*Fuimos hijos de un tiempo que ya no existe.
*Jugábamos en la calle hasta que caía la noche, con canicas, al stop, al resorte… y éramos felices sin saberlo.
*Fuimos los primeros en tocar un Atari, en grabar canciones de la radio en casettes, en escuchar música en un walkman y en ver llegar el internet como un milagro extraño.
*Crecimos escuchando radionovelas que contaban historias mágicas, poniendo discos de acetato que tenían rayones de tanto usarlos, tomando refrescos en botellas de vidrio bien frías y yendo por los mandados en bicicleta sin que nadie se preocupara.
*Viajábamos en autos sin cinturón, en motos sin casco, en bicicletas sin frenos… sin miedo, sin prisas… y aquí estamos, contra todo pronóstico.
*Nos raspamos las rodillas mil veces, compartimos la coca-cola en el mismo vaso, los dulces comprados en la tienda de la esquina y hasta los piojos en la escuela.
*No existían etiquetas, filtros ni WiFi.
*Éramos el güero, la flaca, el gordo, el loco o la loca, el negro, la negra, y no nos ofendía, porque todos éramos amigos, todos éramos del barrio.
*No tuvimos grandes cosas, pero teníamos lo más grande:
*La libertad de ser niños, la calle como reino, la infancia como tesoro y la memoria intacta.
*Somos una generación puente…
*La última en tantas cosas sencillas y la primera en tantas que cambiaron al mundo.
*Y aunque los años pasen, aquí seguimos…
“Con el corazón lleno de recuerdos… y todavía de pie”.